En muchas oportunidades mencionamos el trío seminal del heavy rock que alcanzó su esplendor durante los ’70 (Sabbath, Purple, Zeppelin), pero que no fueron los únicos en dejar influencias para las generaciones venideras.
Simultáneamente desde la misma Gran Bretaña surgieron grupos que no tuvieron demasiado éxito aunque si cierta popularidad, y que dejaron también importante legados.
Bandas de elite y culto que a pesar de su increíble calidad, estaban consideradas en una segunda línea por debajo de los monstruos nombrados.
Es que en los ’70 había tal cantidad de excelentes propuestas, que verdaderos grupazos como UFO, Uriah Heep y Nazareth nunca recibieron el reconocimiento debido, quizás por mala suerte o por haber pertenecido a una década en donde la buena música sobraba.
Dentro de esa camada se incluye Thin Lizzy, obra del genial cantante y bajista Phil Lynott, inglés de nacimiento e irlandés por adopción y forjador del conjunto en Dublin a fines de los ’60 junto al baterista Brian Downey.
Para ser concisos, solo decir que Lizzy hacía el más puro y genuino hard rock inglés, rockero, crudo más que pesado, con brillantes y climáticas melodías y de un nivel preponderante.
Eso sin olvidar que impusieron un dogma fundamental: las guitarras gemelas en el rock.
No fueron los primeros, anteriormente hubo adelantados como los Wishbone Ash, pero Thin Lizzy las llevó a un terreno más duro y brillante que hicieron de su estilo algo personalísimo, y que marcaron a fuego al nombre probablemente más grande del heavy metal: Iron Maiden.
Decir que Maiden llevó no solo las guitarras, sino la melodía de Thin Lizzy a un marco metálico no es errado; de hecho yo mismo me conmoví cuando escuche a estos tipos y lisa y llanamente pensé interiormente “Maiden es un literal robo...”.
Quizás es una frase muy contundente y directa, y no ciento por ciento cierta si hilamos fino; la doncella es uno de mis grupos favoritos y claro que tiene méritos musicales propios, pero es también Steve Harris quien asume con orgullo que una de las primarias influencias de Maiden provienen del conjunto de Lynott.
Encima y como si no bastara con ello, los machaques que popularizaron trashers como Metallica y Megadeth, están también presentes en los viajes por las seis cuerdas de Thin Lizzy.
Y si la principal característica de Lizzy son las violas, no sorprende que haya sido una escuela de guitarristas: desde el blusero Eric Bell hasta el metálico John Sykes, por sus filas pasaron hachas de la categoría de Gary Moore, Snowy White, el californinaon Scott Gorham y el escocés Brian “Robbo” Robertson, estos últimos quienes conforman el dúo estrella en la etapa más relevante del conjunto, la que abarca “Fighting” (1975), “Jailbreak” y “Johnny The Fox” (1976), “Bad Reputation” (1977), y el en vivo que nos ocupa, “Live And Dangerous”, además de su obra maestra final en “Black Rose” (1979 y con Moore remplazando a Robertson.)
Los álbumes nombrados son piezas claves, nos detenemos en “Live And Dangerous” solamente porque es un adecuado resumen de esos años gloriosos aparte de ser uno de los grandes trabajos en vivo de toda la historia.
En directo los Lizzy eran fenomenales y a pesar de las sobregrabaciones (que placa en concierto no las tiene?) “Live And Dangerous” se mantiene fiel a su concepto: grandilocuente, equilibradamente nostálgico y rudo y parecido a una mole sonora, en la vena de “Alive!” (Kiss) más refinado.
Aquí hay momentos decididamente rabiosos y épicos, con cortes, cambios de ritmo y riffs asesinos desde títulos como “Emerald”, “Massacre” y “Warriors”, canciones plenas de fogoso rock en “Jailbreak”, “Rosalie” (cover de Bob Seger), “Cowboy Song” y “The Boys Are Back In Town”, zapadas interminables y participaciones de la audiencia ya sea en “Baby Drives Me Crazy” o “Sha La La” y hasta boogies como en “Dancing In The Moonlight”.
Y más; susurros de Lynott a pura emoción en la balada “Still In Love With You”, y dinamita en “Don’t Believe A Word”, “Are You Ready” y “The Rocker”.
Aparte de un notable bajista, Phil era también un vocalista como pocos, no por un imponente caudal, sino por su timbre característico, grave, bajo, oscuro y melancólico, que contrariamente matizaba a los temas de brillantes tonos.
Con el excepcional baterista Brian Downey, componían un sostén monolítico para las devastadoras guitarras de Scott Gorham y Brian Robertson, la estrella del álbum, un guitarrista tan exquisito y genial como ignorado.
De la mano de ellos, este trabajo en vivo deja en la superficie un festival de guitarras de hard rock: al frente, tan violentas como melódicas, ensambladas, armónicas y solos con todas las variantes posibles alcanzando un éxtasis sonoro inigualable.
Puede decirse que nunca la historia fue más injusta con un grupo como el caso de Thin Lizzy; hicieron música de la mejor, dejaron una verdadera marca en disímiles estilos y apenas en el final de su carrera alcanzaron un tibio aplauso, cuando sus mejores años habían transcurrido.
El final fue decadente con otro e intrascendente álbum en vivo en 1983, y un Phil Lynott que falleció en enero de 1986 consumido por las drogas.
Por eso, a veces los que ganan no siempre son los mejores; los Lizzy podrían entonces ser perdedores, pero su época de oro los pone primeros en el podio eternamente.
Calificación: 10/10
Review por Fernando Simultáneamente desde la misma Gran Bretaña surgieron grupos que no tuvieron demasiado éxito aunque si cierta popularidad, y que dejaron también importante legados.
Bandas de elite y culto que a pesar de su increíble calidad, estaban consideradas en una segunda línea por debajo de los monstruos nombrados.
Es que en los ’70 había tal cantidad de excelentes propuestas, que verdaderos grupazos como UFO, Uriah Heep y Nazareth nunca recibieron el reconocimiento debido, quizás por mala suerte o por haber pertenecido a una década en donde la buena música sobraba.
Dentro de esa camada se incluye Thin Lizzy, obra del genial cantante y bajista Phil Lynott, inglés de nacimiento e irlandés por adopción y forjador del conjunto en Dublin a fines de los ’60 junto al baterista Brian Downey.
Para ser concisos, solo decir que Lizzy hacía el más puro y genuino hard rock inglés, rockero, crudo más que pesado, con brillantes y climáticas melodías y de un nivel preponderante.
Eso sin olvidar que impusieron un dogma fundamental: las guitarras gemelas en el rock.
No fueron los primeros, anteriormente hubo adelantados como los Wishbone Ash, pero Thin Lizzy las llevó a un terreno más duro y brillante que hicieron de su estilo algo personalísimo, y que marcaron a fuego al nombre probablemente más grande del heavy metal: Iron Maiden.
Decir que Maiden llevó no solo las guitarras, sino la melodía de Thin Lizzy a un marco metálico no es errado; de hecho yo mismo me conmoví cuando escuche a estos tipos y lisa y llanamente pensé interiormente “Maiden es un literal robo...”.
Quizás es una frase muy contundente y directa, y no ciento por ciento cierta si hilamos fino; la doncella es uno de mis grupos favoritos y claro que tiene méritos musicales propios, pero es también Steve Harris quien asume con orgullo que una de las primarias influencias de Maiden provienen del conjunto de Lynott.
Encima y como si no bastara con ello, los machaques que popularizaron trashers como Metallica y Megadeth, están también presentes en los viajes por las seis cuerdas de Thin Lizzy.
Y si la principal característica de Lizzy son las violas, no sorprende que haya sido una escuela de guitarristas: desde el blusero Eric Bell hasta el metálico John Sykes, por sus filas pasaron hachas de la categoría de Gary Moore, Snowy White, el californinaon Scott Gorham y el escocés Brian “Robbo” Robertson, estos últimos quienes conforman el dúo estrella en la etapa más relevante del conjunto, la que abarca “Fighting” (1975), “Jailbreak” y “Johnny The Fox” (1976), “Bad Reputation” (1977), y el en vivo que nos ocupa, “Live And Dangerous”, además de su obra maestra final en “Black Rose” (1979 y con Moore remplazando a Robertson.)
Los álbumes nombrados son piezas claves, nos detenemos en “Live And Dangerous” solamente porque es un adecuado resumen de esos años gloriosos aparte de ser uno de los grandes trabajos en vivo de toda la historia.
En directo los Lizzy eran fenomenales y a pesar de las sobregrabaciones (que placa en concierto no las tiene?) “Live And Dangerous” se mantiene fiel a su concepto: grandilocuente, equilibradamente nostálgico y rudo y parecido a una mole sonora, en la vena de “Alive!” (Kiss) más refinado.
Aquí hay momentos decididamente rabiosos y épicos, con cortes, cambios de ritmo y riffs asesinos desde títulos como “Emerald”, “Massacre” y “Warriors”, canciones plenas de fogoso rock en “Jailbreak”, “Rosalie” (cover de Bob Seger), “Cowboy Song” y “The Boys Are Back In Town”, zapadas interminables y participaciones de la audiencia ya sea en “Baby Drives Me Crazy” o “Sha La La” y hasta boogies como en “Dancing In The Moonlight”.
Y más; susurros de Lynott a pura emoción en la balada “Still In Love With You”, y dinamita en “Don’t Believe A Word”, “Are You Ready” y “The Rocker”.
Aparte de un notable bajista, Phil era también un vocalista como pocos, no por un imponente caudal, sino por su timbre característico, grave, bajo, oscuro y melancólico, que contrariamente matizaba a los temas de brillantes tonos.
Con el excepcional baterista Brian Downey, componían un sostén monolítico para las devastadoras guitarras de Scott Gorham y Brian Robertson, la estrella del álbum, un guitarrista tan exquisito y genial como ignorado.
De la mano de ellos, este trabajo en vivo deja en la superficie un festival de guitarras de hard rock: al frente, tan violentas como melódicas, ensambladas, armónicas y solos con todas las variantes posibles alcanzando un éxtasis sonoro inigualable.
Puede decirse que nunca la historia fue más injusta con un grupo como el caso de Thin Lizzy; hicieron música de la mejor, dejaron una verdadera marca en disímiles estilos y apenas en el final de su carrera alcanzaron un tibio aplauso, cuando sus mejores años habían transcurrido.
El final fue decadente con otro e intrascendente álbum en vivo en 1983, y un Phil Lynott que falleció en enero de 1986 consumido por las drogas.
Por eso, a veces los que ganan no siempre son los mejores; los Lizzy podrían entonces ser perdedores, pero su época de oro los pone primeros en el podio eternamente.
Calificación: 10/10