El inicio de la década del ’90 aportó lo que es hasta hoy el último gran álbum de heavy metal tradicional, el fundamental “Painkiller”, cuya edición estuvo rodeada de hechos particulares: Judas Priest venía cuesta abajo en su carrera (sobre todo en la faceta artística más que en la comercial) y ese es quizás el principal motivo (más allá de su incuestionable calidad) por el que sorprendió a todos.
Nadie esperaba semejante monumento de una banda que poco tenía para ofrecer a esa altura; y fue responsable de atraer una nueva generación de fans a las huestes del grupo y porque no, del heavy metal en general.
Sin embargo, Judas tenía una enorme trayectoria detrás de él, desde los oscuros días de los ’70 con trabajos memorables hasta el pico de su popularidad durante los años ’80, con una tetralogía imprescindible: “British Steel” (1980), “Point Of Entry” (1981), “Screaming For Vengeance” (1982) y “Defenders Of The Faith” (1984).
Antes de los mismos, me arriesgaría a decir que Judas no hacía exactamente heavy metal (al menos no en todos sus discos), sino un hard rock más aguerrido que sus contemporáneos; inclusive “British Steel” y “Point Of Entry” son placas muy fuertes que también tienen mucho de rock.
Pero subiéndose a los renovados sonidos que brindaba la “NWOBHM” más la experiencia que tenían sobre sus espaldas, los llevó a grabar lo que fue a mi entender el paso más grande en su dilatada historia: “Screaming For Vengeance”, el álbum que junto a “The Number Of The Beast” de Iron Maiden inició una nueva etapa dentro del heavy rock.
Porque jamás pudiera haber existido un “Painkiller” (otro trabajo precursor de una era) sin antes un “Screaming...” o porque no, un “Defenders...”.
Al momento de grabar este LP, los Judas estaban en un moderado pero incesante ascenso, siendo muy reconocidos en Europa y Japón y a punto de comerse el mercado yanki; solo necesitaban para hacer historia una bomba como “Screaming For Vengeance” y así fue...
A él accedí en el glorioso 1984, pero en el mismísimo 1982 estaba editado en nuestro país, y recuerdo que ese año mirando LPs en una disquería de Villa del Parque alguien con varios años más se paró a mi lado diciéndome “si buscas un gran disco lleva esto (refiriéndose a “Screaming...)”; no se equivocó: con el correr del tiempo llegue a comprarlo cuatro veces (cassette nacional e importado, CD y CD remasterizado) y está dentro del selecto puñado de álbumes tradicionales que cada tanto vuelvo a escuchar, y de principio a fin.
La placa es una letal y literal muestra de cómo hacer heavy sin rodeos: canciones duras y melódicas, rápidas y a medio tiempo, vocalizaciones para el recuerdo y una dupla de guitarras pesadas y filosas hasta el infinito.
Aquí es la primera vez que la banda suena densa, llena y con una contundencia y agresividad inaudita; cada tema es insaciable y antecede a otro mejor aún; y la inmejorable producción de Tom Allon contribuye a aumentar los calificativos elogiosos para un álbum indefinible con palabras, solo resta escucharlo y gozar...
Pocas veces una base fue tan monolítica; el bajo de Ian Hill sostiene un clima tan compacto que asusta y la batería de Dave Holland (hoy cumpliendo sentencia en Inglaterra por “bambinearse” a un joven) se asemeja más a un terremoto que a un simple instrumento de percusión, para demostrar que Scott Travis no fue el único gran baterista que pasó por las filas del conjunto (también destacar a Simon Philips).
Tipton y Downing conforman una dupla incansable, con riffs al frente e irrepetibles y ardorosos solos individuales y a dúo, mientras que Halford da cátedra de cantante de heavy metal por primera vez: sube y baja de tonos como nunca y con una facilidad asombrosa, su caudal se muestra interminable y cambia su estilo virando hacia esa garra y agudos imbatibles que hoy nos son familiares pero no en aquel entonces...
La clásica intro de “The Hellion” y el puñetazo que significa “Electric Eye” bastan para suponer lo que sigue: incandescente heavy metal para la posteridad.
Una catarata de golpes percusivos dan pie a la tremenda “Riding On The Wind” y su infernal cabalgar, con Halford arrasando en el final; una exquisita melodía de quitarras nos dan la bienvenida a esa descarga que es “Bloodstone” para seguir con el momento más calmo del álbum en “(Take These) Chains”.
“Pain And Pleasure” suena lenta, pesada y muy “sabbath”, y en los cuatro temas finales el viaje al infierno no tiene paradas: “Screaming For Vengeance” se simplifica diciendo que es de lo más extremo que Judas ha grabado; el endiablado groove de “You’ ve Got Another Thing Comin’” lo hace clásico eterno; “Fever” baja un poco los decibles aunque no la calidad entre tanto torbellino; y “Devil’ s Child” cierra esta obra maestra con un fervor único.
Hasta la portada merece un párrafo como complemento de esta genialidad, siendo “Hellion” el águila metálica precursora en introducirnos a trabajos épicos como también lo fueron “Defenders...”, “Turbo” (junto a “Rage For Order” adelantado a su época y tardíamente reconocido) y el propio “Painkiller”.
Si bien es imposible olvidarnos de lo hizo Judas durante sus primeros años de vida, la realidad indica que la historia verdaderamente grande de lo que se conoce hoy como Judas Priest empieza con “Screaming For Vengeance” y un camino a seguir en la forma de hacer rock pesado.
Vaya semejante responsabilidad asumieron estos tipos, clamaron venganza y ganaron.
Porque no todos los días nos encontramos con un legado destinado a la eternidad...
Calificación: 10/10
Review por Fernando