La única que aún en la actualidad puede mantener viva la llama metálica de un género mundialmente en decadencia desde hace años.
Y sería redundante volver sobre sus orígenes como líderes absolutos de la NWOBHM o hacer referencia a la gloria eterna que significaron álbumes como “The Number Of The Beast”, “Piece Of Mind”, “Powerslave”, “Somewhere In Time” y el directo “Live After Death”.
Absolutamente todo el decálogo del heavy metal está en ese puñado de placas, por lo que las palabras huelgan.
Tampoco es necesario agregar que la verdadera historia de la doncella comenzó con la incorporación a fines de 1981 de Bruce Dickinson quién dotó al grupo de la grandeza que le faltaba.
Pero antes hubo un embrión fundamental que cimentó la categoría posteriormente alcanzada: dos LPs (“Iron Maiden” y “Killers”) sorprendentes e innovadores ciento por ciento.
Porque Maiden se despachaba con un heavy metal inusual, elaborado, técnico e intrincado y hasta intelectual por la temática de alguno de sus temas, conjugado de manera colosal por su ideólogo, el bajista Steve Harris, quién de antemano siempre imaginó lo que quería para su grupo: juntar sus influencias musicales de adolescente y llevarlas a un heavy rock único.
Es correcto decir que gracias a Maiden, particularmente conocí decenas de bandas valiosas de rock británico y no correspondientes a la usual primera línea, que sirvieron de inspiración para el estilo de la doncella: desde la fuerza y magnificencia épica de los Who, pasando por el folk progresivo de Jethro Tull, la psicodelia de Néctar hasta la incandescencia del power blues de Free y Montrose.
Sin contar a los principales maestros: las dobles armonías de guitarras de Thin Lizzy y el febril hard rock de elite de los UFO; la tradicional imagen de Harris apuntando su bajo como una ametralladora, con sus calzas a rayas y su pie sobre uno de los monitores, podemos apreciarla en Pete Way, ídolo orgulloso y mentor en la forma de tocar de Steve.
“Killers” es una álbum rabioso, fulminante y majestuoso; derrocha energía, ensamble y ferocidad con una producción de excepción a cargo de Martin Birch (responsable tras las consolas en toda la etapa de oro de Maiden para convertirlos en los sucesores históricos (aunque no musicales) de Deep Purple), que logra hacer sonar a la banda en un terreno mucho más cercano al del consagratorio “The Number Of The Beast” que al del LP debut, hecho que también se refleja en el Eddie de la portada con rasgos ya adultos y plenamente definidos.
No sobran placas que empiecen de forma tan abrumadora como la intro de “The Ides Of March”, sólida y con Dave Murray punteando inacabablemente, para engancharse con el clásico “Wratchild”, una canción plena de garra en la que el cantante Paul Di’ Anno destella por su agresividad
Apenas es necesario ese inicio para dejar sentado que Maiden se traía consigo algo revolucionario y no escuchado anteriormente, porque hoy sabemos de ese bajo siempre el frente y ecualizado como un acorazado, esa dupla de guitarras infernales a la vez que melódicas, la voz siempre sobresaliente (sea la de Di’ Anno, Dickinson e inclusive Blaze Bayley, para poner de manifiesto que la doncella hizo variedad de materiales acordes a los distintos timbres de sus vocalistas) y una batería semejante a un ejército de golpes atacándonos, pero que nada de familiaridad tenía veinticinco años atrás.
“Murders In The Rue Morgue” mantiene un ritmo endiablado y demoledor, “Another Life” brilla por sus cortes y cambios de ritmo y el instrumental “Genghis Khan” arrasa.
Un poco de respiro sin caer en lagunas llega con la melancólica “Prodigal Son” y Di’ Anno afinando su tono, y la nostálgica apertura de “Innocent Exile”, preludio para la descarga posterior.
Quizás el momento más tremendo sea el del tema homónimo en el que la banda despliega todas sus dotes, con Harris escupiendo graves al tope, Di’ Anno inyectado en furia y el fenomenal Clive Burr desparramando técnica y dando cátedra de baterista de heavy metal, sin mencionar a los guitarristas.
Porque aquí queda claro que Dave Murray y Adrian Smith serán siempre los “hachas” decisivos en la música de Iron Maiden; Dave y sus peculiares solos, efectivos, rápidos y punzantes, y el fundamental Smith que aporta las melodías y elegancia justas para dotar de buen gusto al explosivo metal del grupo, obviando referirnos a sus por demás pesados y efectivos riffs.
Bajo las garras de Eddie caí en 1984 a través de “Piece Of Mind” para seguir con los demás trabajos; y con un estilo difícil de digerir, el conjunto terminó taladrándome la cabeza unos meses después con “Powerslave” y a partir de él redescubrí hasta el hartazgo los quilates de Maiden y aún hoy espero con suma expectativa cada nuevo álbum.
Paradójicamente adquirí “Killers” recién en 1988, siendo el último cassette por aquel entonces en incorporar para completar la discografía del grupo.
Así fue porque pensaba que era uno de los trabajos menos destacados; rápidamente comprobé cuan equivocado estaba y me asesinó instantáneamente como castigo a hacerse esperar tanto...
Calificación: 9/10
Review por Fernando