Después de la separación de Deep Purple allá por 1976, solo dos de sus ex miembros alcanzaron un destacable grado de reconocimiento con sus carreras en solitario: el guitarrista Ritchie Blackmore a la cabeza de Rainbow y el cantante David Coverdale liderando Whitesnake.
Vagamente recuerdo notas en la añeja revista nacional “Pelo” hacia 1980- ’81 haciendo referencia a la “serpiente blanca” mientras que el clip de “Fool For Your Lovin’” rotaba en nuestra TV entre 1983 y ’84.
No me enganchaba demasiado, me parecía una banda vieja y vetusta y hasta con una imagen sin cohesión y uniformidad, con tipos pelados y gordos contrastando con el porte y carisma de Coverdale, más de una vez señalado como uno de los principales “sex- symbols” del rock.
Claramente era yo quien no entendía nada, inmerso en la espectacularidad visual de Kiss, Maiden, Mötley, Judas y otros, y mis oídos que solo pedían más y más caña.
Hasta que en enero de 1985 Canal 13 emitió a la par de su realización el festival “Rock In Rio” de Río de Janeiro, en donde tocaban especialmente varios conjuntos “heavys” pasando por el mejor momento de sus carreras, y al que Whitesnake llegó casi en silencio para luego triunfar.
Y el impacto fue total: una banda dura y aguerrida, puro hard rock británico sin ningún aditamento escénico, John Sykes con su melena rubia y Les Paul negra apuntalando el toque metálico y Coverdale dando cátedra vocal y de frontman.
Vagamente recuerdo notas en la añeja revista nacional “Pelo” hacia 1980- ’81 haciendo referencia a la “serpiente blanca” mientras que el clip de “Fool For Your Lovin’” rotaba en nuestra TV entre 1983 y ’84.
No me enganchaba demasiado, me parecía una banda vieja y vetusta y hasta con una imagen sin cohesión y uniformidad, con tipos pelados y gordos contrastando con el porte y carisma de Coverdale, más de una vez señalado como uno de los principales “sex- symbols” del rock.
Claramente era yo quien no entendía nada, inmerso en la espectacularidad visual de Kiss, Maiden, Mötley, Judas y otros, y mis oídos que solo pedían más y más caña.
Hasta que en enero de 1985 Canal 13 emitió a la par de su realización el festival “Rock In Rio” de Río de Janeiro, en donde tocaban especialmente varios conjuntos “heavys” pasando por el mejor momento de sus carreras, y al que Whitesnake llegó casi en silencio para luego triunfar.
Y el impacto fue total: una banda dura y aguerrida, puro hard rock británico sin ningún aditamento escénico, John Sykes con su melena rubia y Les Paul negra apuntalando el toque metálico y Coverdale dando cátedra vocal y de frontman.
Desde ese instante, el veneno de la serpiente me demolió.
Dicho festival fue una especie de renacer y reconocimiento a nivel mundial para un grupo que venía peleándola desde fines de los ‘70 y cuya popularidad se restringía a Europa y Japón, con una larga serie de álbumes que tomaban la posta dejada por dos instituciones: Thin Lizzy y especialmente Free.
Tomando como influencia principal al conjunto liderado por Paul Rodgers y Paul Kossoff, Whitesnake se convirtió en el más fiel y genuino representante del hard rock inglés combinando como pocos clásico rock pesado y blues en medio de la avanzada de la NWOBHM, ocupando en el umbral de los ’80 la vacante de rock setentoso que un público huérfano de Purple y Zeppelin reclamaba.
Tomando como influencia principal al conjunto liderado por Paul Rodgers y Paul Kossoff, Whitesnake se convirtió en el más fiel y genuino representante del hard rock inglés combinando como pocos clásico rock pesado y blues en medio de la avanzada de la NWOBHM, ocupando en el umbral de los ’80 la vacante de rock setentoso que un público huérfano de Purple y Zeppelin reclamaba.
Por otro lado, la gran obsesión de agrupaciones como los mismos Rainbow y Whitesnake era imponerse en el mercado americano con su estilo netamente inglés; no sorprende entonces que el único álbum editado en USA hasta la aparición de “Slide It In” fuera “Ready An’ Willing” (tercera placa de 1980) y que recién en 1984 Coverdale y cía. obtuvieran el primer contrato importante para introducirse en América mediante el apoyo de la discográfica Geffen, justo cuando la escena acaparaba el rock callejero de la costa oeste.
Destacable es mencionar lo anteriormente indicado, porque “Slide It In” apareció en febrero de ese año grabado originalmente con las guitarras de Mel Galley (ex Trapeze) y postreramente Micky Moody y Colin Hogdkinson en el bajo, y tras cambios de personal (algo habitual en Whitesnake), en abril la versión yanki incluía las partes de bajo regrabadas por Neil Murray y la leve adición de los guitarrazos pirotécnicos de John Sykes, dos músicos que no solo le aportaron al conjunto sangre nueva sino una imagen rockera acorde con lo que el mercado estadounidense necesitaba.
Así es como “Slide It In” se transforma en el álbum más redondo y equilibrado de una discografía sin baches, con diez canciones directas e irresistibles y siendo la transición entre aquella banda tradicionalmente británica y blusera a la melódica y americanizada que estallaría exitosamente en 1987.
El punzante riff del tema homónimo abre el camino de un material pleno de punch, energía, estribillos para el recuerdo y emoción.
Destacable es mencionar lo anteriormente indicado, porque “Slide It In” apareció en febrero de ese año grabado originalmente con las guitarras de Mel Galley (ex Trapeze) y postreramente Micky Moody y Colin Hogdkinson en el bajo, y tras cambios de personal (algo habitual en Whitesnake), en abril la versión yanki incluía las partes de bajo regrabadas por Neil Murray y la leve adición de los guitarrazos pirotécnicos de John Sykes, dos músicos que no solo le aportaron al conjunto sangre nueva sino una imagen rockera acorde con lo que el mercado estadounidense necesitaba.
Así es como “Slide It In” se transforma en el álbum más redondo y equilibrado de una discografía sin baches, con diez canciones directas e irresistibles y siendo la transición entre aquella banda tradicionalmente británica y blusera a la melódica y americanizada que estallaría exitosamente en 1987.
El punzante riff del tema homónimo abre el camino de un material pleno de punch, energía, estribillos para el recuerdo y emoción.
Hay ferocidad desde los rutilante y secos golpes del extraordinario baterista Cozy Powell, cuyas combinaciones sostienen una dupla antológica de guitarras gemelas que se debaten entre la medida distorsión y el “slide blues”; “Slow An’ Easy” con la sensualidad aportada desde la garganta de David es un ejemplo de ello.
“Standing In The Shadow”, “Give Me More Time” y “All Or Nothing” son hard rocks compactos y agresivos, con bases precisas y coros que se impregnan rápidamente en la memoria.
Y queda también lugar para la nostalgia en las introducciones de teclados de “Gambler” y “Love Ain’t No Stranger”, ideadas por el excepcional Jon Lord, que si bien no tiene la rutilante participación que en Purple, se hace imprescindible para continuar manteniendo ese toque inglés neoclásico.
“Spit It Out” y “Hungry For Love” siguen con la línea febril y caliente de una placa que no decae su ritmo hasta llegar a su pico de armonía y romanticismo en los hits “Guilty Of Love” y “Love Ain’ t No Stranger”: poderoso y cortante rock ‘n’ roll el primero, melódico y sentimental el segundo.
E imposible negarle un párrafo al alma de la serpiente: David Coverdale, un cantante curtido con su experiencia en Deep Purple y asentado como uno de los más grandes vocalistas en su grupo.
Desde su registro caudaloso y lleno de matices altos y bajos, graves y oscuros, vive cada tema como si fuera el último, transmitiendo sus sentimientos hasta el borde del llanto.
Tanto para aullarle con agudos estrepitosos y lenguaje sucio a mujeres sedientas de sexo como susurrar con tristeza sus desengaños amorosos, Coverdale es una de las selectas voces que hacen de cada canción un fenómeno propio e irrepetible.
La irreprochable producción de Martin Birch más su indestructible sonido solo contribuyen a hacer de “Slide It In” un álbum pleno de magia e inagotable transcurrir.
El premio a tanto esfuerzo se vio coronado con el primer disco de oro en USA por esta placa y un “break” temporal que presagió al éxito infinito de su sucesor.
Dejar que la “serpiente blanca” pique es casi placentero y muy dulce es pecar con cualquier etapa de su historia.
Solo penétrense con ella y verán...
Calificación: 10/10
Y queda también lugar para la nostalgia en las introducciones de teclados de “Gambler” y “Love Ain’t No Stranger”, ideadas por el excepcional Jon Lord, que si bien no tiene la rutilante participación que en Purple, se hace imprescindible para continuar manteniendo ese toque inglés neoclásico.
“Spit It Out” y “Hungry For Love” siguen con la línea febril y caliente de una placa que no decae su ritmo hasta llegar a su pico de armonía y romanticismo en los hits “Guilty Of Love” y “Love Ain’ t No Stranger”: poderoso y cortante rock ‘n’ roll el primero, melódico y sentimental el segundo.
E imposible negarle un párrafo al alma de la serpiente: David Coverdale, un cantante curtido con su experiencia en Deep Purple y asentado como uno de los más grandes vocalistas en su grupo.
Desde su registro caudaloso y lleno de matices altos y bajos, graves y oscuros, vive cada tema como si fuera el último, transmitiendo sus sentimientos hasta el borde del llanto.
Tanto para aullarle con agudos estrepitosos y lenguaje sucio a mujeres sedientas de sexo como susurrar con tristeza sus desengaños amorosos, Coverdale es una de las selectas voces que hacen de cada canción un fenómeno propio e irrepetible.
La irreprochable producción de Martin Birch más su indestructible sonido solo contribuyen a hacer de “Slide It In” un álbum pleno de magia e inagotable transcurrir.
El premio a tanto esfuerzo se vio coronado con el primer disco de oro en USA por esta placa y un “break” temporal que presagió al éxito infinito de su sucesor.
Dejar que la “serpiente blanca” pique es casi placentero y muy dulce es pecar con cualquier etapa de su historia.
Solo penétrense con ella y verán...
Calificación: 10/10
Review por Fernando