05 julio 2006

GUNS N’ ROSES “APPETITE FOR DESTRUCTION” (1987, Hard Rock)


La década del ’80 fue la del pop; pero también la del hard rock, especialmente en USA. Y la “culpa” de ello lo motivó al advenimiento de un sin fin de bandas provenientes de las más variadas regiones de ese país, aunque el principal aporte lo hizo la escena californiana con epicentro en la ciudad Los Angeles y alrededores.

Visto hoy a la distancia, ese movimiento tuvo de todo; grupos buenos, regulares y malos, burdas copias u originales en todo sentido.

Pero artísticamente fue mucho más valorable (o valorado en la actualidad) de lo que se creía en aquellos lejanos días; la “actitud” mayoritaria adoptada por los conjuntos conspiraba muchas veces contra la música relegando a ésta a un segundo plano.

Casi todo era “glam”, imagen glamorosa: maquillajes, calzas, spray, botas, cuero, motos, chicas y el slogan “sexo, drogas y rock & roll” llevado a una ilimitada expresión.

Más allá de eso, se rescataba lo importante: bien o mal, todos tocaban rock and roll. Y a lo largo de esos diez años, cada dos hubo varias implosiones, aunque hay una fecha clave: 21 de Julio de 1987, día en que se editaba el primer álbum de Guns N’ Roses, “Appetite For Destruction”.

Porque hay decenas de discos decisivos en la historia del rock, y él es uno de ellos; solo rock & roll, sucio, apetitoso y destructivo como el título y sobre todo tradicional, básico y devastador.

Los Guns N’ Roses no exhibían nada raro, aunque combinaban de modo muy personal una enorme cantidad de influencias: desde el blues de los Stones hasta el hard rock americano de los ’70 con Aerosmith como grupo de cabecera, pasando por la rabia del punk de ambas costas (Ramones, The Stooges, Misfits y Pistols), el glam y rock británico e inclusive ciertos toques pop.

Y nada más acertado que aplicar a ellos la máxima de “estar en el momento justo en el lugar indicado”, ya que reinventaron la escena de LA, dotaron de calidad y seriedad musical a un movimiento cuyo tesoro menos valorado era la música, definieron el rock de los ’80 y en poco tiempo lograron artística y comercialmente lo que otros ni en vida alcanzaron.

Con el agregado que el tiempo los transformó hasta hoy en la última gran banda de rock genuino, por abarcar todos sus ingredientes: riffs, orgías, drogas duras, tours masivos, ventas, descontrol, histerias, depresiones, peleas y responsables del legado rockero final devorado por la llegada de los ’90.

Por eso, gran parte del significado histórico de Guns N’ Roses lo da este debut, comparable en cuanto a importancia e imponencia del material con el primer álbum de Led Zeppelin.

Desde una intimidante portada que sirve de preaviso a doce de las más grandes canciones que artista alguno pudiese grabar, “Appetite...” es lisa y llanamente una bomba: producción soberbia, sonido lleno, macizo y crudo, voces inconfundibles, guitarras machacantes y pesadas, bajo denso y batería al frente, en medio de un rockeo que riega adrenalina en cada surco.

El clásico “Welcome To The Jungle” es una de las aperturas más aplastantes de la que se tenga memoria: la incendiaria viola de Slash sacude los cimientos mientras que los coléricos alaridos de W. Axl Rose dan pie a la entrada del resto del grupo para darnos la bienvenida a un tema violento, oscuro e inolvidable.

Nada de ambientes “fiesteros”; el clima sigue apesadumbrado y rudo, “It’s So Easy” resalta las variantes vocales de Axl, con sus graves salidos de un féretro, agudos irritables y entonaciones afinadas.

“Nightrain” y “Out Ta Get Me” transcurren como mazazos por todo el cuerpo y “Mr. Brownstone” es otro punto alto con su magnífico estribillo.

En “Paradise City” los guitarrazos golpean sin descanso hasta el veloz duelo final entre Slash e Izzy Stradlin, seguramente el “cerebro” detrás del carisma de Rose.

“My Michelle” tiene un ritmo entrecortado hasta acelerar en los coros, sigue siendo rock & roll y gusta; “Think About You” y “Anything Goes” martillan hasta lo profundo en la cabeza, y “You’ re Crazy” alcanza el desquicio con los vaivenes de Axl, que parece pasar sin esfuerzo alguno de un tono a otro muy en la onda de Dan McAfferty, cantante de Nazareth.

Culminando, las dos últimas perlas: el hit “Sweet Child O’ Mine”, equilibrio de agresividad y melodía, temazo por donde se lo mire y una tempestad desatada en los riffs de Slash, cuya destreza y buen gusto lo ponen como lo mejor de la banda y a la altura de los próceres del encordado ocupando su merecido lugar en el panteón de los “guitar heroes” americanos.

Y “Rocket Queen”, nostálgico, agobiante y pervertido desde su letra, estribillos para el asombro y un final con dejo a tristeza.

Poco pasó con esta placa al momento de su edición (que se dio en nuestro país en el mismo 1987 con algunos meses de demora); un año después la situación cambió de color y en cuestión de días GN’R llegó a ser el grupo más importante del mundo con un multivendedor “Appetite For Destruction” que al año 1998 llevaba la friolera de quince millones de copias vendidas solo en USA.

Los años posteriores no hicieron más que acrecentar las expectativas por sus sucesores, “GN’ R Lies” y los volúmenes I y II de “Use Your Illusion”, un trabajo de estudio doble de más de tres horas de duración sin grietas ni espacios para distraerse.

Finalmente, los conflictos de Axl más el caos interno generado por los excesos de todo tipo hicieron que la formación dorada dijera basta con el cierre de su gira en julio de 1993 en Buenos Aires.

Aun al borde de la destrucción, mantuvieron su apetito por el rock.

Y nosotros lo devoramos con empacho, porque el rock es historia y este álbum uno de sus más preciados hitos.

Calificación: 10/10

Review por Fernando