Durante los ’80, la costa oeste americana fue el centro del hard rock callejero, directo y exitosamente comercial; dos implosiones se produjeron, una a principios de esa década y la otra alrededor del período 1987- ’88 con Guns N’ Roses como líderes.
Pero los que encabezaron la primera avanzada transformándose durante esos años casi tan populares como Van Halen fueron los Mötley Crüe, que llegaban para ocupar el vacío que había dejado la ruptura del Kiss original.
En general ese tipo de hard rock ochentoso pocas veces fue tomado en serio musicalmente por la parafernalia que lo rodeaba y porque sobre todo se buscaban hits a partir de la propuesta de “fiesta todo el día y rock ‘n’ roll toda la noche”; y aún existiendo bandas y músicos verdaderamente talentosos, lo cierto es que no se necesitaban demasiadas luces para sobresalir y vender.
No obstante ello, si escarbamos algo más, nos encontramos con que hubo grupos o álbumes no se si imprescindibles, pero al menos interesantes… y “Shout At The Devil” está en esa lista, porque fue el que lideró toda esa expresión artística y el primer paso a la fama de los Crüe.
Las crónicas de esa época dicen que los primarios shows del cuarteto eran muy salvajes y rabiosos, inclusive sus demos antes de conseguir un contrato independiente para editar “Too Fast For Love”.
Aparentemente el Mötley multiplatino de “Theater Of Pain”, “Girls Girls Girls” o “Dr. Feelgood” poco tenía que ver con esa postrera versión del conjunto. Pues bien, seguramente la manera en la que sonaban Nikki Sixx y cía. allá por 1981 tendría bastante que ver con “Shout At The Devil”, porque la virtud básica del álbum es su dureza. Nada de refinamientos ni gran producción o brillante sonido: aca la cuestión pasa por lo “cuadrado”, el desparpajo crudo y visceral. Hasta la tosquedad si se quiere, adjetivo que aquí encaja como halagueño.
Salvo Tommy Lee, que evolucionó hasta ser un baterista respetado, los demás nunca fueron destacados ejecutantes… pero el rock no necesita de excelsos músicos para patear culos a primera oída. Y eso es lo que genera esta placa contundente, agresiva y densa; la música de los Mötley aquí va siempre para adelante: letras sobre amores desencontrados, sexo y algún toque de oscuridad también, se entremezclan en temas pesados y pegadizos sin llegar a ser hits exactamente.
El grupo suena ajustado y con hambre de rockear, desde una base consistente a prueba de balas, guitarras con gruesos riffs y solos adecuados si bien discretos, y una voz personal como la de Vince Neil, un tipo que entiende de que se trata el rock puesto que con pocos recursos técnicos tiene la habilidad de cantar de una manera absolutamente particular e identificable.
Y como rasgo distintivo, la placa contiene una gran cantidad de clásicos del cuarteto: “Looks That Kill”, “Too Young To Fall In Love”, “Knock ‘Em Dead Kid” y “Ten Seconds To Love” se centran en la misma onda con estribillos fáciles de recordar y un gancho terrible. “Danger” es el único tema donde la banda apacigua los ánimos y sale airosa.
Y el mejor material se centra en la velocidad y calentura de “Red Hot” y “Bastard”, una versión pesadísima y fenomenal de “Helter Skelter” de los Beatles, y “Shout At The Devil”, abrasivo, oscuro y con la fuerza necesaria para derribar una pared.
Gracias a este álbum, los Crüe dejaron los clubes de Los Angeles para compartir giras con Kiss y Ozzy Osbourne, paticipar del mega concierto “U.S. Festival ‘83” ante 375.000 personas y junto a Guns N’ Roses convertirse en las dos principales bandas de hard rock de la segunad mitad de los ’80 y porque no, ocupar un lugar privilegiado entre los históricos conjuntos yankis.
Los LPs posteriores no tradujeron estilísticamente esa voracidad que el cuarteto tenía en sus comienzos, aún cuando trabajos como “Dr. Feelgood” y el injustamente despreciado “Mötley Crüe” con John Corabi son otras piezas para resaltar.
Pero con “Shout At The Devil” el cuarteto plasmó sus cimientos con un puñado de buenos temas y una actitud avasallante, temible hasta para el mismísimo diablo.
Calificación: 8/10
Por Fernando
Pero los que encabezaron la primera avanzada transformándose durante esos años casi tan populares como Van Halen fueron los Mötley Crüe, que llegaban para ocupar el vacío que había dejado la ruptura del Kiss original.
En general ese tipo de hard rock ochentoso pocas veces fue tomado en serio musicalmente por la parafernalia que lo rodeaba y porque sobre todo se buscaban hits a partir de la propuesta de “fiesta todo el día y rock ‘n’ roll toda la noche”; y aún existiendo bandas y músicos verdaderamente talentosos, lo cierto es que no se necesitaban demasiadas luces para sobresalir y vender.
No obstante ello, si escarbamos algo más, nos encontramos con que hubo grupos o álbumes no se si imprescindibles, pero al menos interesantes… y “Shout At The Devil” está en esa lista, porque fue el que lideró toda esa expresión artística y el primer paso a la fama de los Crüe.
Las crónicas de esa época dicen que los primarios shows del cuarteto eran muy salvajes y rabiosos, inclusive sus demos antes de conseguir un contrato independiente para editar “Too Fast For Love”.
Aparentemente el Mötley multiplatino de “Theater Of Pain”, “Girls Girls Girls” o “Dr. Feelgood” poco tenía que ver con esa postrera versión del conjunto. Pues bien, seguramente la manera en la que sonaban Nikki Sixx y cía. allá por 1981 tendría bastante que ver con “Shout At The Devil”, porque la virtud básica del álbum es su dureza. Nada de refinamientos ni gran producción o brillante sonido: aca la cuestión pasa por lo “cuadrado”, el desparpajo crudo y visceral. Hasta la tosquedad si se quiere, adjetivo que aquí encaja como halagueño.
Salvo Tommy Lee, que evolucionó hasta ser un baterista respetado, los demás nunca fueron destacados ejecutantes… pero el rock no necesita de excelsos músicos para patear culos a primera oída. Y eso es lo que genera esta placa contundente, agresiva y densa; la música de los Mötley aquí va siempre para adelante: letras sobre amores desencontrados, sexo y algún toque de oscuridad también, se entremezclan en temas pesados y pegadizos sin llegar a ser hits exactamente.
El grupo suena ajustado y con hambre de rockear, desde una base consistente a prueba de balas, guitarras con gruesos riffs y solos adecuados si bien discretos, y una voz personal como la de Vince Neil, un tipo que entiende de que se trata el rock puesto que con pocos recursos técnicos tiene la habilidad de cantar de una manera absolutamente particular e identificable.
Y como rasgo distintivo, la placa contiene una gran cantidad de clásicos del cuarteto: “Looks That Kill”, “Too Young To Fall In Love”, “Knock ‘Em Dead Kid” y “Ten Seconds To Love” se centran en la misma onda con estribillos fáciles de recordar y un gancho terrible. “Danger” es el único tema donde la banda apacigua los ánimos y sale airosa.
Y el mejor material se centra en la velocidad y calentura de “Red Hot” y “Bastard”, una versión pesadísima y fenomenal de “Helter Skelter” de los Beatles, y “Shout At The Devil”, abrasivo, oscuro y con la fuerza necesaria para derribar una pared.
Gracias a este álbum, los Crüe dejaron los clubes de Los Angeles para compartir giras con Kiss y Ozzy Osbourne, paticipar del mega concierto “U.S. Festival ‘83” ante 375.000 personas y junto a Guns N’ Roses convertirse en las dos principales bandas de hard rock de la segunad mitad de los ’80 y porque no, ocupar un lugar privilegiado entre los históricos conjuntos yankis.
Los LPs posteriores no tradujeron estilísticamente esa voracidad que el cuarteto tenía en sus comienzos, aún cuando trabajos como “Dr. Feelgood” y el injustamente despreciado “Mötley Crüe” con John Corabi son otras piezas para resaltar.
Pero con “Shout At The Devil” el cuarteto plasmó sus cimientos con un puñado de buenos temas y una actitud avasallante, temible hasta para el mismísimo diablo.
Calificación: 8/10
Por Fernando