18 mayo 2007

AEROSMITH "Toys In The Attic" (1975, Hard Rock)


Entre 1987 y 1993, Aerosmith editó tres álbumes (“Permanent Vacation”, “Pump” y “Get A Grip”) que significaron su resurrección artística y comercial , transformándose en el único dinosaurio rockero americano de los ’70 que supo y pudo reinventarse hasta nuestros días.

Y mucho se habló de las melosas baladas que apuntalaron ese éxito y llevaron a la banda a un público no netamente rockero, sobre todo en nuestro país, en donde está de más decir que fue ignorado en su época de oro casi por completo.

Lo cierto es que estos oriundos de Boston ya tocaban juntos desde 1969 y tenían una enorme e histórica carrera hecha durante los ‘70, especialemente en EE.UU., donde eran atracción de las audiencias a la par de Kiss y ZZ Top.

En efecto, en esos años y con “Dream On” (de su homónimo primer LP de 1973) no solo enseñaron al mundo como hacer temas lentos y nostálgicos que dan por tierra a engendros como “Crazy”, “Angel” o “Cryin’ “, sino que convocaban multitudes en arenas o estadios “outdoors” mientras grababan un puñado de placas seminales para la historia del hard rock estadounidense: “Rocks”, “Draw The Line”, el fabuloso en directo “Live! Bootleg” y este que nos ocupa, “Toys In The Attic”.

Ello hizo de Aerosmith el grupo más grande americano durante la década del ’70 junto a Kiss, con la diferencia que mientras éstos atraían a niños y adolescentes, los Aero captaban a un públco más adulto y experiente.

También fueron líderes en llevar al límite el estilo de vida del rock en cuanto a los excesos (a Steven “Tyler” Tallarico y Joe Perry se los conocía como los “gemelos tóxicos”) y sin proponérselo sirvieron de influencia para la camada de agrupaciones de la costa californiana que se reproducirían como conejos hasta explotar en los umbrales de los ’80, incluyendo a los últimos super-rockeros surgidos hasta hoy: Guns N’ Roses.

En 1975 y con dos álbumes en su haber, Aerosmith ya se perfilaba como un conjunto de avanzada, algo que confirmó con éste su tercer disco, responsable de lanzarlos a la fama definitivamente.

Y no es para menos, puesto que “Toys In The Attic” pone de manifiesto el potencial de una banda que lo tenía todo: mucho rock y guitarras calientes, pero también blues, boggie, finas melodías y hasta climas oscuros.

De la mano de Jack Douglas (productor de la etapa más sobresaliente), el quinteto se dispone a arrancar cabezas… y lo logra de fácil manera: una base dura y eléctrica en donde el bajista Tom Hamilton y el baterista Joey Kramer se sacan chispas; un dúo de violas crudas y rifferas a la vez que armónicas en las manos de Joe Perry y Brad Whitford (un gran tapado opacado por la “presencia rockera” de Perry, pero fundamental para el sonido del grupo, responsable de muchos de los acordes y solos más memorables y respaldo básico en el que Joe siempre se recostó para hacer su labor); y obviamente un cantante del estirpe y carisma de Steven Tyler, poseedor de un registro cascado, caudaloso y eternamente personal.

“Toys In The Attic” es uno de esos álbumes elegidos en donde no hay material de sobra, todo está elaborado y ubicado en el lugar justo.Un infernal y constante riff acompaña a la canción de apertura y que da nombre al LP; es un ritmo incansable y fuerte con ajustados coros que convierten al tema en un clásico del repertorio del conjunto.

Con “Uncle Salty” llega una especie de boggie imposible de no tararearlo con un estribillo climático y melódico en otro tempo; el homenaje a Zeppelin está presente en “Adam’s Apple” donde descollan las guitarras gemelas de Perry y Whitford.

Y para demostar que Aerosmith siempre iba un paso delante de otros, “Walk This Way” recrea a través de un endiablado guitarreo y la letra recitada más que cantada por Tyler, un atisbo de antecedente del rap aún cuando sus posteriores intérpretes ni siquiera habían nacido.

Es claro que estos tipos no le temían a nada, y se le animan a un jazz con groove y vientos en “Big Ten Inch Record”, armónica e increíble perfomance de Tyler mediante. “Sweet Emotion” se suma a la lista de himnos de la banda, coros afinados y guitarrazos semejantes a un piñazo en el estómago que dan pie a los punteos del final.

En “No More, No More” ponen a prueba su indisimulable admiración por los Stones de la época de “Sticky Fingers” y “Exile On Main St.”, y “Round And Round” es uno de los momentos más extraños de la carrera musical del conjunto: un tema denso, pesado y agobiante, con Tyler desgañitando sus cuerdas vocales y guitarras tenebrosas ennegreciendo aún más el panorama para la envidia de Black Sabbath.

El último e infaltable surco en todo álbum de Aerosmith es el descanso, la parte climática y romántica presente en este caso con “You See Me Crying”, que no es una balada: si un tema lento hecho con altura, orquestaciones pomposas que tiñen de emoción cada segundo y Steven entonando un falsete agudo que eriza la piel… para que las generaciones futuras sepan que los hits de los ’90 no eran algo nuevo.

A “Toys In The Attic” le siguió “Rocks”, considerado por muchos su mejor placa (al menos de su “primera etapa”) que terminó de darles a los Aero el espaldarazo final, pero que quizás no incluía tantos clásicos como aquí.

Como a todo grupo de los ’70, el advenimiento de los ’80 trajo cambios de alineación, idas y vueltas y bajones, hasta que lograron reacomodarse con discazos como los mencionados al inicio de esta “review”.

Pero la verdadera semilla Aerosmith la plantó cuando pocos hacían rock hace más de treinta años, con una calidad única y un talento infinito. Las comparaciones son odiosas y en definitiva Aerosmith fue grande antes y ahora; las obras posteriores a sus primeros años tampoco tienen desperdicio, pero es una herejía olvidar como simples juguetes viejos en un altillo el material que verdaderamente los hizo históricos y eternos.

Y “Toys In The Attic” está entre ellos.

Calificación: 10/10

Por Fernando